Puede que creas ser franco, pero algunas frases cotidianas dejan una huella mucho más profunda de lo que parecen. La gordofobia no siempre se manifiesta con fuerza: a menudo se cuela en palabras comunes, repetidas sin pensar, pero nunca sin efecto.
Cuando el lenguaje se convierte en un espejo distorsionador
La gordofobia no se limita a insultos manifiestos. Se infiltra en comentarios aparentemente inofensivos o preocupantes, convirtiendo el cuerpo de las personas con sobrepeso en un tema público, debatible y constantemente evaluado. Estos comentarios involuntarios, hechos sin malicia, contribuyen, sin embargo, a una forma muy real de violencia social.
Decirle a alguien: "Has vuelto a subir de peso" puede parecer una observación o una señal de preocupación. En realidad, este comentario impone una interpretación externa del cuerpo, como si necesitara ser validado o corregido. También asume que el peso es inherentemente un problema y borra todo lo demás: la salud mental, el bienestar, la vida misma. El cuerpo se convierte en una tarjeta de calificaciones sobre la que todos se sienten con derecho a opinar.
Otro ejemplo común: "¡Qué apetito! Recuerda dejar algo para los demás". Bajo un disfraz de humor, esta frase transforma el acto de comer en una falta moral. Sugiere que algunas personas deberían restringirse más que otras, como si el placer de comer dependiera de ellas. El resultado: la mesa, concebida como un lugar para compartir, se convierte en un espacio de vigilancia.
¿Y qué hay de la infame frase: «Estarías mucho más guapa si bajaras de peso» ? Tras este cumplido hipócrita se esconde una norma brutal: la belleza supuestamente es incompatible con los cuerpos gordos. El mensaje es claro, aunque no se exprese explícitamente: tu cuerpo actual no merece ni admiración ni amor. Sin embargo, todo cuerpo ya es digno, ya es valioso, ya es hermoso.
En el ámbito médico, ciertas frases adquieren una dimensión aún más seria. Responder demasiado rápido con "Es por tu peso" a diversos síntomas equivale a reducir a una persona a un número en una báscula. Este enfoque simplista puede retrasar los diagnósticos, minimizar el dolor real y disuadir a los pacientes de buscar ayuda médica. El sobrepeso no es un obstáculo para la medicina; merece una atención seria, atenta y respetuosa.
Palabras que dejan huellas duraderas
Estos comentarios repetidos constituyen lo que se conoce como microagresiones. Individualmente, pueden parecer insignificantes. Sin embargo, acumulados, crean un clima de tensión constante. Numerosos estudios demuestran que las personas con sobrepeso son más propensas a la ansiedad, la depresión y el aislamiento social. A veces evitan ciertos lugares, ciertos tratamientos y ciertas oportunidades por miedo a ser juzgadas.
Recordemos: en Francia, casi una de cada dos personas tiene sobrepeso. Esto no es una excepción, sino una realidad. Continuar trivializando estos comentarios normaliza una forma cotidiana de discriminación que afecta a gran parte de la población.
El estándar de delgadez, un ruido de fondo constante
Estas frases nos vienen con tanta facilidad porque están alimentadas por un imaginario colectivo omnipresente. Anuncios, películas, redes sociales: la delgadez suele asociarse con el éxito, la disciplina y la felicidad. Esta visión reduccionista influye en nuestra forma de hablar, incluso cuando creemos que hacemos lo correcto. El lenguaje se convierte entonces en el discreto conducto de esta norma limitada.
Elige palabras que liberen en lugar de herir
Buenas noticias: es perfectamente posible cambiar. La primera regla es simple: el cuerpo de los demás no te pertenece. No necesitas comentarlo. Si quieres expresar afecto o alegría, frases como "Estás radiante" o "Me alegra mucho verte" son más que suficientes.
Adoptar un enfoque positivo hacia el cuerpo implica reconocer que todos los cuerpos tienen valor, independientemente de su tamaño. También implica comprender que la gordofobia no es solo un problema social: en Francia, la discriminación basada en la apariencia física está reconocida por ley y puede ser sancionada penalmente.
En definitiva, combatir la gordofobia empieza con la conciencia colectiva. Al adaptar tus palabras, cuestionar tus reflejos y celebrar la diversidad de formas corporales, contribuyes a crear un espacio más justo, más amable y más respetuoso. Un mundo donde todas las personas puedan existir plenamente, sin tener que disculparse por su cuerpo.
