Jessica Alba retoma su pasado como icono del glamour de los 2000 con una mirada crítica, en particular con respecto a una escena que ahora considera "humillante". Este momento incómodo dice mucho sobre cómo ha evolucionado la percepción de las actrices y protagonistas femeninas en el cine.
Una escena de culto… de la que se arrepiente
La actriz reflexiona sobre la escena de "Los Cuatro Fantásticos" donde su personaje, Sue Storm, tiene que desnudarse para volverse completamente invisible. Presentada en su momento como un "momento divertido y glamuroso", esta escena ahora le parece "un puro pretexto para desnudarse". Jessica Alba explica que temió el rodaje durante semanas, sintiéndose expuesta, juzgada y reducida a su cuerpo, lejos de la compleja heroína que había imaginado.
El malestar personal y una industria sexista
Proveniente de una familia conservadora y describiéndose como modesta, confiesa que experimentó este momento como "humillante" en la vida real, con una incomodidad que persiste hasta el día de hoy. Tras la anécdota, señala una industria dominada por la perspectiva masculina, donde las escenas de valentía se reservan para los hombres mientras que los personajes femeninos son sexualizados. Su testimonio ilustra la brecha entre lo que una joven actriz acepta, bajo la presión del sistema, y lo que piensa al respecto más tarde, con mayor perspectiva y poder.
Un discurso emblemático de una época cambiante
Jessica Alba recuerda que admiraba a Sue Storm en los cómics: una mujer valiente, maternal y a la vez asertiva, con una sólida moral y una voz propia dentro del equipo. Cree que este potencial se vio frenado por decisiones de dirección que transformaron a la heroína de una figura inspiradora a un objeto de deseo. Destaca que, afortunadamente, la representación femenina ha evolucionado desde entonces, con más superheroínas escritas como personajes plenamente desarrollados, y no simplemente como "objetos visuales".
En definitiva, las palabras de Jessica Alba ayudan a desafiar las normas de la década del 2000, donde el estatus de icono del glamour parecía inseparable del éxito. Hoy, reivindica su derecho a establecer sus propios límites y nos recuerda que ninguna imagen de culto justifica una humillación duradera.
