Cuando la Generación Z usa el término "mon pain" (mi pan), no se refiere al escaparate de la panadería ni a la baguette dorada de los parisinos. Los jóvenes dicen "mon pain" como las generaciones mayores dicen "ma mie" (mi amor). Este apodo pegadizo, una nueva peculiaridad lingüística entre los menores de veinte años, insinúa un romance en ciernes. Este "pain", una dulce alternativa a "crush", satisface el apetito sentimental de los solteros preadolescentes.
Jóvenes, aficionados a la expresión "mi pan"
Las generaciones más jóvenes tienen su propio vocabulario. Hay que haber nacido en el siglo XXI para descifrar su lenguaje y comprender su significado oculto. Sus expresiones a veces nos suenan a galimatías, arrulladas por frases como "cromo níquel" y "ça gaze". Los solteros de hoy, aquellos que nunca experimentaron el sonido de los Tamagotchis ni la estática de la televisión, ya no están " enamorados " de alguien; tienen su "pan".
Cuando los jóvenes hablan de su "pan", es más probable que se refieran a su amor platónico que al ingrediente principal del desayuno. No, no piensan en el pan recién horneado de la panadería, sino en su capricho sentimental actual. "C'est trop mon pain" se puede traducir como "es totalmente mi estilo" en la jerga de los treintañeros. Nuestros abuelos nos preguntaban si teníamos "novio" o "buen amigo". Ahora, nuestros hermanos, que prácticamente tienen TikTok en la fibra sensible, comparan sus romances con pasteles.
Ya no decimos "Tengo debilidad por alguien" ni "Estoy enamorado de él" ; se considera "anticuado". Incluso el famoso "crush", que llegó al diccionario gracias a los jóvenes, ha desaparecido de su vocabulario. "El pan está rebajado", "Cuando una hogaza de pan me ignora, vuelvo a la panadería" ... estas frases se han vuelto virales, desviando el significado original del pan.
El origen inesperado de esta expresión
El pan ha alimentado la inspiración de poetas y ha dado cierta frescura a las expresiones francesas. Sin embargo, si los jóvenes han adoptado esta palabra, convirtiéndola en un símbolo de amor, no es por hambre ni pasión por la masa madre. De hecho, muchos desconocen panes clásicos como el pan suizo, los triángulos de almendras y el pan de pasas. Entonces, ¿cómo llegó a estar tan arraigado el "pan" en su vocabulario romántico?
En realidad, el término "mon pain" proviene de "nouchi", una jerga marfileña que se encuentra en la intersección de dos lenguas. No es la primera palabra que se toma prestada del continente africano. Las generaciones más jóvenes, incomprendidas por sus predecesores, ya están introduciendo frases como "je suis en goumin" y "wesh, c'est sah" en sus conversaciones, que parecen un torrente de onomatopeyas.
En Costa de Marfil, la palabra "pain" (pan) no solo se usa para referirse a la comida. Originalmente, se usaba para describir a un hombre atractivo: se decía que era "crujiente", como una baguette recién salida del horno. Desde este descubrimiento, el vocabulario del amor se ha entrelazado con el de la panadería, y esto no es tan insignificante como parece.
¿Llamar a alguien "mi pan" es halagador o no?
A primera vista, "mi pan" podría sugerir que uno simplemente busca picar algo o saciar un hambre pasajera. Reducir a un ser humano a un simple alimento también puede parecer reductivo, excepto cuando ese alimento es adictivo, increíblemente reconfortante y esencial en cada comida. El término "mi pan" está impregnado de ternura y lleno de buenas intenciones.
Como el pan que se mantiene de pie en las panaderías, nuestro amor es crujiente por fuera y tierno por dentro. Es nuestro placer diario, nuestro dulce emocional, el que añade un toque especial a nuestras actividades cotidianas. Como el pan en la mesa, llena un vacío y añade un toque extra a nuestras vidas. Otra ventaja: el pan nunca pasa de moda. Y según lo que nos traiga la persona, ajustamos el término o adaptamos el dulce. Cuando florece el romance, el pan brioche se convierte en un buen pan de campo, robusto, auténtico y versátil. Una pequeña aclaración para quienes rondan los treinta: el "pan duro", en cambio, evoca un amor pasado que no ha envejecido bien.
En la repostería, como en el amor, el proceso lleva tiempo, igual que los sentimientos. Encontrar el zapato adecuado o el pan perfecto no se trata de la etiqueta, sino de lo que ocurre en nuestro estómago.
