Alejandro "Willy" Ramos, exbuzo profesional peruano, vio su vida cambiar drásticamente en 2013 durante un accidente en la costa de Pisco, Perú. Un ascenso de emergencia desde una profundidad de 30 metros le provocó una grave enfermedad descompresiva, que le dejó el torso y los brazos hinchados con persistentes burbujas de nitrógeno.
El accidente fatal que marca un punto de inflexión
Mientras buceaba para recolectar mariscos, la manguera de oxígeno de Willy fue cortada por una embarcación que pasaba, obligándolo a emerger abruptamente sin respetar las paradas de descompresión. El nitrógeno disuelto en su sangre formó burbujas masivas en el pecho y los brazos, causándole una hinchazón extrema (bíceps de 62 a 72 cm de circunferencia) y daño tisular profundo.
Malestar en las cámaras: un caso médico excepcional
Esta enfermedad de descompresión, o "enfermedad de la cámara", se produce durante cambios rápidos de presión, típicos del buceo profundo. En el caso de Willy, las burbujas se incrustaron en su piel, imposibilitando su extirpación quirúrgica directa. Los médicos lo describen como un "caso único en el mundo", incluso investigando otras enfermedades raras en paralelo, mientras que el dolor articular y la movilidad reducida le impiden retomar su profesión.
Tratamientos hiperbáricos: avances lentos y costosos
Solo las cámaras hiperbáricas, que administran oxígeno puro a presión, disuelven parcialmente las burbujas: el 30 % se elimina tras decenas de sesiones, y se necesitan al menos 100 más. Sin una cobertura de seguridad social adecuada, Willy sobrevive con ayuda mínima; su cuerpo aún conserva las cicatrices 12 años después.
Miradas y aislamiento: la dura prueba psicológica
“La gente se detiene y me mira como si fuera un animal extraño, me llaman monstruo”, declaró a la BBC en 2018, describiendo su depresión y ansiedad ante la compasión que lo rodeaba. Esta desventaja social, sumada a su sufrimiento físico, transformó a un hombre considerado robusto en una figura aislada. Su historia inspira respeto: la de un hombre que, a pesar de su sufrimiento, se niega a desaparecer en el silencio y transforma su calvario en un mensaje de prevención y resiliencia.
La historia de Alejandro "Willy" Ramos trasciende una simple noticia: pone de relieve los riesgos extremos del buceo, a menudo desconocidos para el público general, así como las consecuencias humanas, médicas y sociales de un accidente que destroza una vida. Doce años después del incidente, Willy sigue luchando no solo contra las secuelas físicas de una grave enfermedad descompresiva, sino también contra el juicio ajeno, a veces más doloroso que la propia enfermedad.
