Quizás ya hayas tenido la experiencia de confundir los nombres de tus seres queridos durante una comida familiar. En ese momento, probablemente pensaste : "¿Cómo pude haber cometido semejante error con algo tan obvio?". Tranquilo, esta pequeña confusión es común y no significa que estés menospreciando a quienes te rodean.
Un error mucho más común de lo que te imaginas.
Solías resentir a tu madre cuando te llamaba por el nombre de tu hermana mayor, hasta que te pasó a ti también. Probablemente ya has confundido los nombres de tus seres queridos o has gritado el nombre de tu hijo menor cuando te referías al mayor. Si aplicamos esta experiencia a la infancia, es tan vergonzoso como llamar "mamá" a tu maestra.
Este desliz emocional, aunque perturbe el ambiente en casa y haga que la gente piense que tienes un favorito, es bastante común. No, no eres despiadado, y no, no es el comienzo de la demencia. Este error ocurre principalmente en situaciones de familiaridad emocional, cuando el cerebro funciona en piloto automático.
Contrariamente a la creencia popular, este error no está relacionado con un problema de memoria. Afecta tanto a jóvenes como a mayores, y puede ocurrir incluso con una concentración perfecta. En realidad, nuestro cerebro no categoriza los nombres de forma aislada, sino según asociaciones emocionales.
El cerebro categoriza basándose en conexiones emocionales, no en la lógica.
Los neurocientíficos explican que nuestro cerebro organiza la información según redes semánticas. En otras palabras, las personas que ocupan un lugar similar en nuestras vidas (hijos, parejas, amigos cercanos) se agrupan mentalmente en la misma "familia emocional".
Al buscar un nombre, el cerebro activa esta categoría emocional antes de seleccionar la palabra exacta. Como resultado, podría aparecer un nombre similar en lugar del correcto. Esto no es un fallo técnico, sino una consecuencia directa del apego .
Irónicamente, rara vez confundimos los nombres con personas con las que no tenemos una fuerte conexión emocional, excepto cuando estamos distraídos o los nombres son similares. No es imposible confundirse con dos colegas llamadas Emilie y Elodie. Sin embargo, esto sigue siendo una excepción. Por lo tanto, confundir los nombres es más una señal de excesiva familiaridad que de falta de atención.
Una muestra de cariño, no de negligencia.
Este suele ser el punto más sorprendente: llamar a alguien por el nombre equivocado puede interpretarse como una muestra de afecto. Los estudios demuestran que estas confusiones ocurren principalmente entre seres queridos, y casi nunca con desconocidos o conocidos lejanos.
Dentro de las familias, este fenómeno es aún más pronunciado. Los padres, por ejemplo, confunden con frecuencia los nombres de sus hijos, especialmente cuando los llaman por una razón emocional: consuelo, preocupación o alegría. El nombre se convierte entonces, más que en un identificador preciso, en un símbolo de conexión. Socialmente, usar el nombre equivocado suele percibirse como una metedura de pata. Se asocia con una falta de consideración, o incluso con una comparación implícita. Sin embargo, simplemente es que el cerebro pierde la noción.
La próxima vez que llames a alguien por un nombre diferente, no te sientas mal. Este desliz podría significar simplemente que esa persona es importante para ti. Así que pon las cosas en perspectiva; es una señal de amor, no de pereza emocional.
