Chuparse el dedo: la sorprendente verdad detrás de este hábito en la edad adulta

Si bien los chupetes para adultos gozan de un éxito inesperado, también hay adultos que prefieren el pulgar a estas boquillas recubiertas de silicona. El pulgar firmemente presionado contra el paladar y el dedo tapado a la nariz: este gesto, típico de los niños pequeños cansados, persiste mucho más allá de la infancia. Un placer culpable, un hábito indescriptible, chuparse el pulgar es un reflejo que también afecta a hombres de traje y corbata y a mujeres de negocios.

Un gesto profundamente arraigado en la búsqueda de consuelo.

Los más afectados no van a presumir de ello. Chuparse el dedo después de haber dejado de usar pañales, biberones y cuentos para dormir es un poco vergonzoso. Algunos dejaron de hacerlo de forma natural o bajo la amenaza de un ortodoncista, mientras que otros continuaron con este hábito primitivo. Este gesto reconfortante, a menudo acompañado de una oreja de conejo sedosa o un pañuelo con nuestro olor corporal, es un recuerdo desagradable, sinónimo de ortodoncia para muchos de nosotros. Sin embargo, para otros, el pulgar sigue siendo un calmante para el estrés, un relajante al alcance de la boca.

Los niños se chupan el dedo para calmarse después de una pesadilla, mientras que los adultos lo hacen cuando se enfrentan a facturas de gas, formularios de impuestos y trámites complicados. Si persiste a lo largo de los años, es porque chuparse el dedo, incluso en la edad adulta, activa los circuitos de confort emocional del cerebro. Desde el nacimiento, esta acción estimula áreas neurológicas relacionadas con la calma, ralentiza el ritmo cardíaco y reduce la tensión. De hecho, no es raro ver al feto chupándose el dedo en las ecografías del embarazo.

Contrariamente a la creencia popular, chuparse el dedo persistentemente no es señal de inmadurez. A menudo es una forma inconsciente de autorregulación: así como otros pueden tocarse el pelo, morderse los labios o mecerse suavemente, el pulgar se convierte en un "refugio seguro". Este hábito satisface una necesidad genuina: la de sentirse seguro.

Un posible síntoma de estrés subyacente, no una regresión.

No tiene nada de malo chuparse el dedo de adulto. Claro, puede que empuje los dientes hacia adelante y anule los efectos de la ortodoncia de la infancia, pero no es infantil. Quienes siguen chupándose el dedo suelen estar sobrecargados de trabajo o con muchas responsabilidades . No nos referimos a un Lego perdido ni a un ataque de tristeza fugaz ante un plato de brócoli.

Los psicólogos nos recuerdan que un gesto repetitivo, especialmente uno heredado de la infancia, puede indicar tensión emocional subyacente. Chuparse el dedo en la edad adulta no es necesariamente un problema en sí mismo, pero puede ser una señal de estrés persistente, sobrecarga mental o fatiga emocional difícil de expresar.

En este caso, el pulgar actúa como un "atajo tranquilizador". El cerebro no necesita nuevas herramientas para calmarse: recurre a los métodos más antiguos y eficaces, aquellos programados incluso antes del lenguaje.

Un hábito que también puede delatar una necesidad de apego.

Chuparse el dedo no es un ritual inocente. Es puro consuelo , un acto de bienestar en primera persona. Quienes lo hacen pueden haber carecido de amor durante la infancia o sentirse insuficientemente cuidados. Para algunos adultos, chuparse el dedo está vinculado a la necesidad de sentir una presencia reconfortante, aunque sea simbólica.

Los psicólogos a veces ven esto como una expresión de lo que se denomina "apego inseguro", donde la persona busca inconscientemente una fuente estable de consuelo, tras no haber podido obtenerla regularmente durante la infancia. Esto no significa que la persona padezca un trastorno; más bien, significa que posee una fuerte sensibilidad emocional y ha aprendido, desde muy temprana edad, a recurrir a conductas autoconsoladoras.

Hay quienes muerden las puntas de los bolígrafos, se muerden las uñas o se muerden el interior de las mejillas. Y luego están quienes persisten en sus viejos hábitos y continúan chupándose el pulgar como si fuera una terapia. El pulgar es bueno para la mente, pero no tanto para los dientes...

Émilie Laurent
Émilie Laurent
Como experta en palabras, manejo recursos estilísticos y perfecciono el arte de los remates feministas a diario. En mis artículos, mi estilo ligeramente romántico te ofrece sorpresas realmente cautivadoras. Disfruto desentrañando temas complejos, como un Sherlock Holmes moderno. Minorías de género, igualdad, diversidad corporal… Periodista al límite, me sumerjo de lleno en temas que generan debate. Adicta al trabajo, mi teclado a menudo se pone a prueba.

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